Aprendemos
a hablar para comunicarnos, con una doble finalidad: satisfacer nuestras
necesidades básicas y establecer relaciones sociales e interpersonales con
otras personas.
Las
personas, a su vez, nos agrupamos en diversas culturas asentadas en marcos
geográficos característicos, las cuales que se han creado, han evolucionado, se
mantienen y progresan apoyadas en, al menos, un idioma compartido y comprendido
por todas ellas de forma oral y de forma escrita.
El idioma, la lengua de comunicación, permite a estas personas expresar y dar a conocer todos los rasgos de su cultura y trasmitirlos, por un lado, a personas que comparten la misma cultura (y a veces incluso el mismo país geográfico), pero no la misma lengua y, por otro lado, a personas que pertenecen a territorios, lenguas y culturas diferentes.
La necesidad comunicativa, pero, sobre todo, la curiosidad innata del ser
humano por salir de los límites territoriales de su cultura, le lleva a viajar,
a explorar, a conocer otras culturas y a intentar comunicarse con ellas usando
un idioma extraño al suyo (en el sentido original del vocablo “extranjero”).
Aprender
esa nueva cultura, interactuar con los integrantes de esa cultura diferente a
la suya y comunicarse de la misma manera que lo hace con las personas de su propia
cultura, es, a fin de cuentas, el objetivo que persigue todo aquel se decide iniciar
el aprendizaje de un nuevo idioma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario